lunes, 19 de marzo de 2012

OBRAS NUEVAS 2012





 Zaguán 18-3-012
La pincelada diáfana
Alfredo Ybarra
Cada ciudad tiene su propio carácter. Y Andújar  en este sentido tiene el suyo propio, su propia atmósfera y sus propias leyes para habitarla con complacencia. La ciudad es  escenario para las vidas de los habitantes y visitantes (cambiante a lo largo del día, año y época). Y hay que saber mirarla para vivirla verdaderamente. Las ciudades se transforman influidas, como la mayoría de las cosas, por el tiempo que determina muchos aspectos de su realidad. Además, a nivel de espacio, de piel,  de lugar vivo por sí mismo, la ciudad hay momentos en los que se ensancha, se dilata, se expande y abre sus límites a un horizonte vasto. Como hay otros instantes, otros días, en que se estrecha, se comprime, nos aprieta y hasta nos sofoca hasta la extenuación. A cualquier ciudad hay que captarla a través de sus impulsos acústicos, visuales, táctiles, olfativos, y hasta gustativos. Aunque poco nos paramos a palpar sensiblemente Andújar. Vamos, venimos, ensimismados, armados hasta las cejas y sin posibilidades de sentir la brisa de la andujanía; siempre con prisas, distraídos a su llamada, a su voz. También, la ciudad es memoria, es eso que llamamos historia, la oficial y la otra, la intrahistoria hecha de un cúmulo de pequeñas historias que son genuinas y que aunque veladas para la mayoría innegablemente influyeron en la configuración del alma de la ciudad (todos sabemos que hay acontecimientos que no trascendieron, pero que fueron ese ápice que hizo que las cosas fueran así y no de otro modo). Por ahí va lo de la identidad, esa particularidad, que sí es sólo de aquí. La identidad que está hecha de interinfluencias. Nuestra imagen y percepción de Andújar está embebida de significados que nos dan una idea muy personal de lo que es para cada uno nuestra ciudad. Y nosotros mismos no sólo somos observadores y perceptores del compendio iliturgitano, sino que también somos parte de él, somos al mismo tiempo actores y espectadores.  Hablo de todo esto, porque he tenido oportunidad de compartir una grata y rica mañana con el pintor granadino Francisco José González Olivares, que  ha querido encontrarse con Andújar para sentirla, para apreciar una visión  fuera de clichés manidos, para plasmarla en sus lienzos dejando que la luz, la fragua y los manantiales iliturgitanos le conminen a la pincelada diáfana, que dé voz al paisaje iliturgitano que está detrás de los tópicos. Y eso, vislumbrar, sentir, esa otra Andújar, lo necesitamos mucho, pero que muy mucho.

Ideal de Jaén (Andújar), Domingo 18 de Marzo 2012